Ruido
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En la actualidad, nuestro medio ambiente contiene muchos y diversos ruidos, y nuestros oídos no están diseñados para soportarlos o evitarlos. Por lo tanto, los ruidos fuertes y continuos pueden dañar el aparato auditivo, de tal manera que el individuo quede parcial o totalmente aislado de su ambiente. Es lo que conocemos por sordera.
Podemos definir el ruido como un sonido no deseado, molesto e intempestivo, una
sensación sonora desagradable que en determinadas situaciones puede ocasionar
alteraciones físicas y psíquicas.
Características del sonido
Los sonidos se pueden caracterizar por dos magnitudes: la frecuencia y la amplitud.
Frecuencia
Es el número de variaciones de presión por segundo. Es lo que se denomina frecuencia de sonido y se mide en Hertz (Hz). Así el sonido de un trueno lejano tiene una frecuencia baja, (sonido grave) mientras que un silbido tiene una frecuencia alta (sonido agudo). El espectro normal de audición de una persona sana va de 20 Hz. a 20.000 Hz.
Amplitud
La segunda magnitud que se utiliza para describir un sonido es la medida o amplitud de las fluctuaciones de presión. Nuestro oído es capaz de detectar cambios de presión muy débiles (hasta 20 millonésimas de Pascal), y es capaz de tolerar presiones sonoras de más de un millón de veces más altas.
La unidad de medida del ruido, es el decibelio A, dB (A), unidad que se obtiene, teniendo presentes en la valoración del ruido, las curvas de respuesta del oído humano a los sonidos.
Los Efectos Nocivos del Ruido
Es un hecho comprobado que el ruido excesivo nos afecta de forma negativa, y origina daños no solamente a los órganos de audición, sino también a nuestro organismo en general.
Cuando nos referimos a los efectos perjudiciales del ruido hay que considerar tres
factores:
- La "calidad" del ruido, que viene determinada por su intensidad y frecuencia.
- La sensibilidad del individuo, que depende del estado de salud, edad, sexo, etc.
- La duración de la exposición.
Tres son los tipos de efectos producidos por el ruido:
- Psicológicos. se manifiestan por cansancio, irritabilidad, reducción de la eficiencia y la capacidad de trabajo, etc.
- Encubrimiento. A causa de un ruido intenso, el oído deja de registrar otros sonidos importantes, como la conversación y las señales de peligro.
- Fisiológicos. Los efectos debidos a una prolongada exposición a ruidos intensos pueden variar, desde el aumento de presión sanguínea, hasta alteraciones metabólicas y trastornos del ritmo respiratorio. Pero, el más grave, es el que se produce en el oído. Este daño se puede producir de forma instantánea por efecto de un ruido de elevada intensidad y corta duración, como una explosión, o de forma gradual a causa de una continua exposición a niveles peligrosos, o por inflamaciones o infecciones. Mientras que la pérdida auditiva, ocasionada por una lesión externa, un trauma acústico o una inflamación puede, en ocasiones curarse mediante la cirugía o tratamiento médico, la perdida auditiva progresiva por exposición al ruido es incurable. Esta disminución de la audición se llama sordera o hipoacusia.