Dinámicas del siglo XXI para la Prevención de Desastres de Origen Natural

De Construmatica

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El siglo XX finalizó con un trágico balance de víctimas y damnificados a causa de los Desastres de Origen Natural, y el siglo XXI empezó con una de las tragedias más grandes de la historia de la humanidad, protagonizada por el tsunami que a finales del año 2004 afectó a buena parte de las costas del sudeste asiático.

Los riesgos geológicos se cobran al año en el mundo la economía mundial. La reducción de los riesgos causados por efectos geológicos podría devenir el más costoso de los proyectos medioambientales que probablemente deberá asumir la población del siglo XXI.

Hay pocos organismos que hayan establecido un protocolo claro y definido para tratar la problemática asociada a los desastres de origen natural a escala internacional, y en este sentido a continuación mencionamos las propuestas y actuaciones de los principales organismos de esta materia, y a las que se acogen la mayoría de los estados e instituciones de todo el mundo.

Decenio Internacional para la Reducción de Desastres Naturales

En el período comprendido entre 1960 y 2000 se fueron sucediendo varios desastres de origen natural, cada vez con mayor frecuencia y severidad en muchas regiones del planeta. Este proceso fue especialmente destacado en la última década del siglo XX, momento en que los más supersticiosos relacionaban estas catástrofes con el fin del milenio. En 1985 se produjo el gran corrimiento volcánico del Nevado del Ruiz (Colombia), que sepultó a una buena parte de la población de la localidad de Armero; tuvo lugar el terremoto de México D. F.; en diciembre de 1988 se produjo un devastador terremoto en Spitak, Armenia. A raíz de estos sucesos, los especialistas en gestión de desastres y la comunidad científica reconocieron y plantearon la necesidad de buscar fórmulas de ámbito internacional que contribuyesen a integrar planes de prevención y mitigación de los desastres.

Ante esta situación a escala internacional, una de las iniciativas para prevenir y mitigar los efectos de los riesgos naturales en el mundo fue la declaración, por parte de la Asamblea de las Naciones Unidas y de la comunidad internacional, del Decenio Internacional para la Reducción de Desastres Naturales (DIRDN), para el período 1990-1999. El principal objetivo del programa del DIRDN era concienciar sobre la importancia que representa la reducción de los desastres y detener el incremento del impacto socioeconómico que estos conllevan. Durante estos diez años cada estado miembro de la ONU creó un Comité Nacional del Decenio para impulsar y coordinar acciones para la reducción de los desastres naturales.

En 1994 se celebró en Yokohama (Japón) la Conferencia Mundial sobre la Reducción de Desastres Naturales "Por un mundo más seguro en el siglo XXI", con la finalidad de revisar el cumplimiento de los propósitos del Decenio llevados a cabo hasta el momento. En este contexto se estableció la conocida como Estrategia Yokohama, que marcó un hito importante en este proceso de toma de conciencia y sirvió para definir directrices de prevención, preparación y mitigación tales como:

  • Evaluación de los riesgos.
  • Medidas de prevención y preparación integradas en las políticas de planificación.
  • Sistemas de alerta temprana.
  • Medidas preventivas que implicasen todos los niveles de gobierno: locales, regionales, nacionales e internacionales.
  • Formación y ejercicios de adiestramiento.
  • Acciones para compartir el uso de la tecnología en las actividades de prevención y mitigación.

Posteriormente, en 1999, se celebró en Costa Rica la reunión hemisférica del DIRDN "Hacia la reducción de los desastres al siglo XXI en las Américas". Desafortunadamente esta iniciativa no alcanzó los objetivos propuestos, por lo menos por lo que respecta a los países en vías de desarrollo, como es el caso de los países de la región centroamericana, muy afectados por desastres de origen natural.

La experiencia adquirida durante el Decenio impulsó un cambio conceptual, y se ha pasado de la respuesta ante los desastres naturales con acciones solamente de emergencia, al intento de la reducción de los desastres naturales mismos, para lo cual se ha señalado el papel esencial que desempeña la acción humana. De este nuevo enfoque ha surgido la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres, que actúa en calidad de sucesora de las disposiciones del DIRDN y está diseñada para dar respuesta a la necesidad de gestionar el riesgo.

Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres

Las Naciones Unidas trabajan en lo que se conoce como la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (EIRD), que es una plataforma de la ONU que promueve varias actividades para la reducción de los desastres en los campos socioeconómico, humanitario y de desarrollo, y también sirve de centro internacional de difusión de información en materia de reducción de desastres. La sede de la EIRD está en Ginebra y tiene dos extensiones ubicadas en Panamá y Kenia.

La visión de la EIRD es "habilitar las sociedades para resistir ante los peligros naturales y los desastres tecnológicos y ambientales que están relacionados, con el propósito de reducir las pérdidas ambientales, humanas, económicas y sociales". Para conseguir este propósito se señalan cuatro objetivos:

  • Incrementar la concienciación pública
  • Conseguir compromisos con las autoridades públicas.
  • Estimular la formación de sociedades interdisciplinarias e intersectoriales y ampliar la creación de redes sobre reducción de riesgos a todo nivel.
  • Mejorar el conocimiento científico relacionado con las causas de los desastres y los efectos de los peligros naturales y de los desastres ambientales y tecnológicos relacionados con ellos que suceden en las sociedades.

Objetivos de Desarrollo del Milenio

En la cumbre del Milenio de las Naciones Unidas, celebrada en 2000, los líderes mundiales de 191 estados definieron un programa mundial en el que se acordaron ocho objetivos en la Declaración del Milenio. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) se dividen en 18 hitos que contienen 48 indicadores de progreso. Los objetivos pretenden dar unas pautas claras, con vistas al año 2015, para reducir la pobreza, las enfermedades, el analfabetismo, la degradación del medio ambiente y la discriminación de la mujer. La responsabilidad de cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio recae en cada país.

En materia de desastres hay que destacar que en 2002, en la cumbre mundial sobre desarrollo sostenible celebrada en Johannesburgo (Sudáfrica), se estableció que los Documentos de Estrategia de Lucha contra la Pobreza deben tener en cuenta los riesgos de desastres y la sostenibilidad del medio ambiente.

Objetivos de Desarrollo del Milenio
Erradicar la pobreza
Conseguir una enseñanza primaria universal
Promover la igualdad entre sexos y la autonomía de la mujer
Reducir la mortalidad infantil
Mejorar la salud materna
Combatir el VIH/sida, el paludismo y otras enfermedades
Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente
Fomentar una asociación mundial para el desarrollo

La relación entre los ODM y los desastres de origen natural es la "de un pez que se muerde la cola"; por un lado, el consecución de todos estos objetivos tiene como consecuencia la reducción de la vulnerabilidad de las sociedades y, por tanto, de los desastres de origen natural, pero, por otro, los desastres hacen que la tendencia al cumplimiento de los ODM constituya una tarea muy difícil para muchos países.

Cabe decir que una parte importante de esta dificultad se debe a la necesidad que tienen muchos países de que sus gobiernos adopten el compromiso político de introducir cambios socioeconómicos en las políticas nacionales, en ocasiones dirigidas por los organismos internacionales, que recortan considerablemente las posibilidades de actuación. Por otro lado, la incidencia de los desastres de origen natural en las economías nacionales puede representar porcentajes importantes del PIB no solo en la cuantificación de las pérdidas, sino también en la inversión necesaria para la reconstrucción de cada país y su recuperación socioeconómica.

Los Desastres de Origen Natural y los Movimientos Migratorios

Uno de los problemas sociales y ambientales más importantes que debe afrontar el siglo XXI es, sin lugar a dudas, el de los movimientos migratorios. Históricamente estos movimientos han sido impulsados por causas religiosas, políticas o bélicas, y, casi siempre, detrás de estas había causas económicas o, sencillamente, el hambre. En la actualidad a estas causas hay que añadir las de tipo ambiental, surgidas como consecuencia de la incidencia de los desastres de origen natural y de las variaciones de los factores climáticos a escala global, con sus particulares repercusiones en la escala local. La erupción de un volcán, un terremoto, los incendios o las inundaciones son algunas de las causas que pueden provocar la huida masiva de población desde su lugar de residencia a otros lugares.

El ser humano siempre ha tenido tendencia a establecerse en lugares donde poder aprovechar mejor los recursos naturales, los accesos y la disponibilidad del territorio, de manera que ha construido su hábitat a través de asentamientos sin percatarse de que, a veces, se situaba en zonas de peligro, como son las áreas susceptibles de inundación, las vertientes de los volcanes activos o las zonas costeras sísmicamente activas, por ejemplo. En los últimos años, en algunos lugares del planeta esta tendencia ha ido cambiando gracias a la capacidad tecnológica, que ha permitido obtener agua sin la necesidad básica de estar junto a un río o de ofrecer cierta seguridad en las construcciones situadas en zonas con recurrencia sísmica.

La Declaración de los Derechos Humanos recoge el derecho de las personas a circular libremente y a fijar su residencia en una estado. Sin embargo, los estados regulan las condiciones de acceso a los ciudadanos. Estos dos aspectos entran en contradicción en muchos casos, y dan paso a situaciones de desigualdad y desprotección de buena parte de la población desplazada.

Evacuación de barrio de los Pinares, afectado por un desprendimiento de terreno durante la crisis sísmica de El Salvador, año 2001.

Pese a todo, se estima que de las cien ciudades más pobladas del mundo, un 70% se encuentran en zonas de riesgo o son propensas a sufrir desastres de origen natural.

En este contexto, se puede decir que buena parte de la sociedad vive en zonas de riesgo, y que los sectores de la población que no están preparados para hacer frente a esta situación ante un desastre se ven obligados a migrar, temporal o permanentemente, hacia zonas más seguras o menos vulnerables, en busca de desarrollo y seguridad, ya sea dentro del mismo territorio nacional o bien atravesando fronteras.

Se calcula que actualmente hay en el mundo más de 22 millones de refugiados y 30 millones de desplazados dentro de las fronteras de sus propios países. Entre estos refugiados y desplazados, año a año aumentan los llamados "refugiados ambientales", que ya son el 58% del total.

De acuerdo con la Cruz Roja Internacional, en los últimos años los desastres de origen natural han producido, por primera vez en la historia, más movimientos migratorios y más refugiados que las guerras y los conflictos armados; cabe decir que en este dato se incluye como desastre la sequía como consecuencia de la variación de los factores climáticos. La tendencia observada en los últimos años hace pensar que este tipo de movimientos migratorios será cada vez más frecuente.

Aunque los datos varían mucho, se calcula que hay unos 25 millones de personas desplazadas forzosamente por problemas ambientales, y según un estudio, elaborado por las Naciones Unidas en 2005, se estima que en 2010 podrían ascender a 50 millones. Ante esta situación, el mismo estudio plantea la necesidad del reconocimiento del estatuto de estas personas por parte de la comunidad internacional. Según la ONG Christian Aid, los pronósticos señalan que por lo menos 1.000 millones de personas migrarán entre la actualidad y el año 2050 como consecuencia del cambio climático, que agravará los desastres de origen natural, comportará un aumento del nivel de las aguas de los océanos y un incremento de la desertización. Todas estas amenazas harán cambiar los mapas demográficos del futuro próximo; los desplazados a causa del cambio climático superarán a los movimientos migratorios provocados por la Segunda Guerra Mundial.

Las migraciones debidas desastres de origen natural implican una disminución de la vulnerabilidad, ya que se reduce la exposición al lugar donde se ha producido el desastre, pero, por el contrario, aumenta el riesgo del lugar de acogida. En muchas ocasiones los desplazados se concentran en grandes urbes poco o nada preparadas para albergar una población superior y mal distribuida territorialmente, y, por lo tanto, al final de este proceso se produce un aumento de la vulnerabilidad de los sectores sociales más desfavorecidos.

El desarrollo de la gestión del riesgo a través de la cooperación al desarrollo en programas a escala local debe constituir uno de los caminos que garanticen el sedentarismo de la población y la disminución de la migración forzada por estos efectos de los desastres de origen natural.

En muchas ocasiones los movimientos migratorios debidos a desastres de origen natural no han sido motivo de alarma en la opinión internacional a causa del hecho de que la gran mayoría han sido absorbidos a escala local y, en muchas ocasiones, pese al riesgo latente existente demostrado, la población ha regresado a la misma zona que había estado afectada. Ahora bien, las variaciones en las condiciones ambientales a gran escala (por ejemplo, la desecación del lago Chad o del mar de Aral, o, más en general, el desplazamiento hacia el norte y el sur de la franja tropical seca) comportan movimientos migratorios de baja intensidad pero de larga duración.

En estos casos, la emigración en determinadas zonas, especialmente las rurales, puede hacer que estas se deterioren rápidamente por falta de intervención, y eso puede dar paso a unas sociedades desequilibradas y en situación crítica, en las que poblaciones enteras que han perdido o están perdiendo sus fuentes de trabajo se ven abocadas a una espiral que las conduce a la pobreza más extrema. Esta situación no solo comporta una crisis socioeconómica de las sociedades afectadas, sino que también afectará a la forma de vida de numerosas comunidades por lo que puede representar de pérdida de culturas y de identidad, de formas de entender y relacionarse con la naturaleza, como puede ser el caso extremo de los pueblos esquimales. Estas crisis migratorias harán aflorar otro tipo de crisis social y económica en los países receptores de los refugiados ambientales, ya que estos países se pueden deteriorar rápidamente por la sobrecarga de los recursos naturales y sociales.

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Una advertencia: los campos de refugiados, por los condicionantes políticos y logísticos, se sitúan dónde se puede; no debemos olvidar que en estos campos hay una gran concentración de población que a veces se encuentra en zona de riesgo. Este es el caso del campo de refugiados del año 1999, de la zona de Cegrane, en Macedonia, que se encontraba situado en una área de gran peligrosidad por avenidas fluviales. Se trataba de una situación geológica similar a la que provocó la tragedia del camping de Biescas. Si se hubiera producido una avenida fluvial en ese momento, podían haber muerto más personas en el campo de refugiados que las que murieron por el conflicto armado de los Balcanes.


Enlaces Externos

Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (EIRD)

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